El término “trabajo infantil” suele definirse como todo trabajo que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico. Por lo que se podríamos considerar todo aquel trabajo peligroso y prejudicial para el bienestar físico, mental o moral del niño que puede interferir en su escolarización ya que les priva de la posibilidad de asistir a clases, les obliga a abandonar la escuela de forma prematura, o se les exige combinar el estudio con un trabajo pesado que requiere mucho tiempo. En las formas más extremas de trabajo infantil, los niños son sometidos a situaciones de esclavitud, separados de su familia, expuestos a graves peligros y enfermedades y/o abandonados a su suerte en la calle de grandes ciudades (con frecuencia a una edad muy temprana). Cuándo calificar o no de “trabajo infantil” a una actividad específica dependerá de la edad del niño o la niña, el tipo de trabajo en cuestión y la cantidad de horas que le dedica, las condiciones en que lo realiza, y los objetivos que persigue cada país. La respuesta varía de un país a otro y entre uno y otro sector. Si miramos los cálculos regionales indican que:
Por lo tanto, si hablamos de este tema y observamos los datos podríamos pensar que quizás cuando vamos a algún supermercado o compramos en alguna máquina expendedora, el artículo adquirido puede venir de manos de un niño por lo que cabe pensar si indirectamente los países más desarrollados estamos favoreciendo el trabajo infantil que se desarrolla en países con menos posibilidad de desarrollo que el nuestro.
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AUTORASSomos Ángela y María, dos estudiantes de psicología en la facultad de Sevilla. Archives
Mayo 2020
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